Cuando los hoteles vuelan.

Cuando los hoteles vuelan.

La escena es de la película “Vampiros en La Habana”: los sarcófagos convertidos en  mesa de dominó en el puerto de La Habana. “¡Use no hooks, gallego!” ¿recuerdan al cubiche mientras clava los ganchos en la madera del féretro?

En Cuba no nos detenemos a leer ni siquiera las instrucciones de uso de un medicamento, imagínense los protocolos de seguridad, normas técnicas y de protección e higiene del trabajo. Y ya ni hablamos de los ciclos de mantenimiento.

En dos días los especialistas criollos en pandemias y guerras ucranianas, han devenido arquitectos, ingenieros, especialistas en incendios y explosivos. Todo en uno. He leído cosas como que la estructura era vieja y no estaba “suficientemente reforzada” o que el resto del hotel que ha quedado en pie, está a punto de derrumbarse. Todo eso sin haber puesto un pie en el lugar de los hechos.

Si algo he hecho en mi vida profesional son proyectos de hoteles. Varios de ellos están construidos en La Habana y Varadero. Y siguen allí, en pie. Conozco el cuerpo de normas que existe y se usa a la hora de proyectar y construir un edificio en Cuba. El nombre de “norma cubana” es un eufemismo. Casi todas las normas que utilizamos son copiadas o simplemente traducidas de las más avanzadas del mundo, de la DIN (Deutsche Industrie Norm) o del ACI (American Concrete Institute).

Tengo una confesión: los arquitectos e ingenieros cubanos que hemos tenido y tenemos la responsabilidad de proyectos en Cuba tomamos esas normas y le aplicamos un “porciento de seguridad cubano pa’ poder dormir tranquilos”. En otras palabras: sobre dimensionamos las estructuras. Por eso usted nunca va a oir que un edificio en Cuba se cayó por un error de cálculo, por error de concepción. No lo hay en toda la historia.

No tomamos riesgos -y no lo tomaremos- porque conocemos el patio. Porque sabemos que las cosas en Cuba se hacen “al trozo modo”. Lo hacemos no solo para salvar vidas ajenas sino también para protegernos de que una visita del Comandante mande todas las normas y protocolos de construcción al carajo. Parafraseando al Che, “sobredimensionamos y sobredimensionaremos porque sabemos que cuando se termine el hotel, la escuela o el hospital, este caerá en el olvido y más nunca se va a dedicar un centavo a mantenimiento”.

Desgraciadamente, por mucho que trates de prever lo imposible, hay un límite a la hora de sobredimensionar una columna, un techo, una fachada. No hay edificio en el mundo que esté preparado para resistir inmune el impacto de una explosión.

Es poco profesional dar opiniones acerca de qué pasó en el edificio Saratoga, no lo sé. Estoy a miles de kilómetros. Pero una cosa está clara: el edificio fue remodelado a inicios de los «dos mil» y resistió dos décadas de falta de mantenimiento, de violaciones de seguridad y protección del trabajo. Pero hasta el hormigón armado sucumbe a la barbarie criolla y el viernes fue el día del Saratoga.

Puedo contar muchísimas historias. Como aquella vey que el ingeniero Marín regresó horrorizado de una inspección al edificio FOCSA a mediados de los noventa para la remodelación que después se llevó a cabo. Un edificio, decía, que ha sido pintado dos veces en 50 años: cuando lo terminaron a finales de los 50 y en el 78 para el XI festival de la juventud y los estudiantes.

No hace mucho se desplomó un elevador del Hotel Meliá Habana inaugurado en 1998. Yo hice los planos de esa torre de elevadores, vi el montaje. Solo la violación de normas y protocolos de mantenimiento puede causar que un elevador caiga veintidós años después de montado.

O esta otra: hace un par de meses leímos como la empresa de Aguas de La Habana abría un cráter en medio de Lawton, pasando de todas las normas y toda la lógica y ponía en peligro las edificaciones circundantes.

Enfermos que esperan, ambulancias que no arrancan, aviones que caen, féretros del comandante sobre un Jeep que no arranca. Chapucerías se cuentan por miles como cosa normal en la isla.

La pregunta más importante no es por qué el Saratoga sucumbió el viernes sino ¿en cuántos lugares de La Habana y de Cuba hoy mismo, en este mismo instante, se está violando olímpicamente una norma, se está haciendo una barbaridad que no acaba en desgracia porque Dios es grande? Y esto no se circunscribe solo a edificios. Un aeropuesrto, un equipo, una central eléctrica, un avión, un acueducto, una calle; nada está a salvo del bárbaro con el hacha que llevamos dentro.

Si se siguen ignorando las normas, si no seguimos los protocolos, si no damos mantenimiento, si ignoramos a los técnicos y la política se antepone a la ciencia; cada vez con más frecuencia leeremos de aviones que caen a tierra y hoteles que vuelan por los aires.

La pregunta señores es: ¿Qué será lo próximo?


P.D.:

  • Nadie, absolutamente nadie que no esté en el lugar y haga los controles y mediciones técnicas con los equipos correspondientes, puede aventurarse a dar un veredicto de si esa estructura se va a desplomar o no. Otra cosa es si se mira desde el punto de vista económico, pero ese tampoco es nuestro fuerte.
  • Diaz-Canel: Antes reconstruir el edificio, ¿qué tal si le reconstruyes la casa a los vecinos del edificio colindante? Hoteles hay un montón en La Habana, pero esa gente solo tenían esa vivienda. IIndemnización va siempre antes que reconstrucción.
  • El hecho de que la fachada vieja no haya resistido el empuje, no significa que no estuviese “reforzada”. Estaba articulada, no empotrada. No es error, es una decisión de diseño. NO es un invento cubano. Tales fachadas conservadas dentro de una remodelación las hay por miles en el mundo entero. Y esto es una suerte porque aunque ninguno de los elementos estaba diseñado para resistir una explosión, la articulación al ser el elemento más débil, “suelta” la fachada y la presión interna es disipada hacia afuera horizontalmente. Si la fachada hubiese sido “un bunker anti bombas”, la presión tendría que haberse disipado hacia arriba rompiendo uno tras otro los entrepisos y cayendo luego quien sabe donde. La presión de una explosión es inmensa, mucho mayor que la resistencia de cualquier elemento constructivo y se va a disipar por uno u otro punto.

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