Signos de puntuación
Ahora que la enfermedad no me da otra opción que volar de un lado a otro en las redes sociales me encontré en Facebook el siguiente post de uno de mis contactos
Castellano, no, Español, la lengua de Cervantes o Quevedo, pero también de García Márquez o Borges. Mi lengua.
No es difícil saber de qué va el asunto pues nuestro cerebro acostumbrado a machacar el idioma, completa y rectifica cualquier falta que cometamos. Así parece haber sido por la cantidad de respuestas apoyando o desaprobando uno u otro nombre de la lengua que hablamos.
Pero yo aprendí en la época de “la letra con sangre entra”. Mi manera de escribir fue moldeada por los chancletazos de mi madre y los profesores universitarios que le colgaban el “Suspenso” a cualquier examen o proyecto al toparse con la primera falta de ortografía. Por eso hoy, a pesar de estar fuera del país y ser para mí el español o castellano una lengua de uso secundario, sus reglas siguen grabadas en mi cerebro como el primer día.
Ante el abuso de comas puestas al azar comenté a modo desenfadado::
Cualquiera que sea tu idioma, debes conocer el uso de los signos de puntuación. El mensaje es indescifrable.
Variante 1
¿Castellano? No. ¡Español! La lengua de…
Variante 2
Castellano no. ¡Español! La lengua de…
Y lo que habría podido terminar como mucho en un debate ortográfico terminó en andanada de sustantivos y razones que justifican el despliegue de comas sin ton ni son en la frase original. Desde el facilón “Así y todo la gente entiende” hasta “teatralismo telenovelezco que se desprende de poner signos de exclamación” a mis propuestas.
Mi hobby durante años ha sido escribir historias cortas y otras no tanto. Al mirar atrás tengo la impresión que hoy escribo mejor, entre otras cosas porque con el tiempo y más lecturas me atrevo a sacar mejor provecho a todos los recursos del idioma, incluidos los signos de puntuación y así adicionar dramatismo si lo deseo a la historia.
No faltó como siempre el cubanazo de los grandes, que me recrimina no haber leído suficiente literatura latinoamericana del siglo XX, “un siglo de libros con capítulos enteros sin apenas puntuación; párrafos interminables sin comas, ni puntos”, dice y, luego de citar a Faulkner, alguien de quien debo aceptar conocía solo el nombre, me cuelga un par de insultos y me manda con palabras duras a ser amable con los demás.
¡Ay de mí! si hubiera usado una mala palabra.
Hoy que la enfermedad me regala tanto tiempo sin compañía y sin hacer nada, me fui directo a leer algo del tal Faulkner. Lo he hecho por pura curiosidad. No creo que apuntale con su nombre mis conversaciones futuras. Por citar, no cito ni a Dios por muy endiosado que sea. Cuando más, parafraseo al Quijote o cualquier otro personaje que son los que se me quedan.
Leí varias páginas de “Sound and Fury”, una obra de lectura difícil. Leí hasta que el aburrimiento y mi nivel de inglés de finales del XIX me dijo que aquello no era lo mío.
En resumen y para evitarle el mal rato a quien no desee someterse a la prueba, se trata de escribir las cosas como le vienen a la cabeza al personaje. Con oraciones cortas y simples, usando a veces los verbos sin conjugar y listo. Sin embargo, esas pocas páginas Faulknianas, como diría cualquier literato de bufanda rosa que se respete, mostraron todo el tiempo un uso impecable, necesario y prolífico de los signos de puntuación para entender de qué va a aquello. He aquí un ejemplo corto:
“Mr Patterson was chopping in the green flowers. He stopped chopping and looked at me. Mrs Patterson came across the garden, running. When I saw her eyes I began to cry. You idiot, Mrs Patterson said, I told him never to send you alone again. Give it to me. Quick. Mr Patterson came fast, with the hoc. Mrs Patterson leaned across the fence, reaching her hand. She was trying to climb the fence. Give it to me, she said, Give it to me. Mr Patterson climbed the fence. He took the letter. Mrs Patterson’s dress was caught on the fence. I saw her eyes again and I ran down the hill.”
Sound and Fury
William Faulkner
Nunca doy más importancia de la que tiene a cualquier encontronazo en las redes, no así a la ortografía. Este ejemplo me ha demostrado que las leyes de la escritura son válidas sin importar época, país o tendencia. Los signos de puntuación son como la sal de las comidas, si no las usas la comida es insípida, si pones sin ton ni son, la gente pensará, con suerte, que estás enamorado pero se irán sin saber el valor de tu sazón.
Y como si todo esto fuera poco, después de tal esfuerzo, otro criollo me suelta hace unos minutos:
“A la inmensa mayoría de los europeos les gusta Jente de Zona más que Bethoven“
– ¡Qué país! – me dice la gata desde su butaca – ¡Te recuerdo que estás de baja médica!