Obras públicas

Obras públicas

(esto va de arquitectura y países serios)

Treinta y tres años después de graduado tengo por primera vez la oportunidad de participar en la licitación de una obra pública.

Por estos días, en el otro lado del océano, el estudio de arquitectura para el que trabajo en Berlín que se especializa en obras públicas para la salud (hospitales, asilos de ancianos, centros médicos, etc) ha decidido que ha llegado la hora de aplicar por nuevos proyectos que nos mantengan activos.

Y ahí es cuando yo he comenzado a descubrir que los países serios no lo son solo de nombre.

Existe una base de datos pública y accesible a todos donde cada ministerio publica las nuevas inversiones con pelos y señales (lugar, tiempo de comienzo, tiempo de obras, presupuesto asignado, áreas, funciones y mil detalles que llenan páginas enteras. Las obras van desde la reparación de un hueco en la esquina hasta un aeropuerto. Todo lo que pague el contribuyente en cualquier lugar del estado federal (Berlin en este caso. Para aplicar a otros estados hay que pertenecer a la cámara de arquitectos de ese estado, Baviera, Bremen, Renania-Palatinado, etc, como si fuera otro país).

Todo clarisimo, todo transparente.

Si ya esto no es suficiente, en el proceso de aplicación y selección cada empresa tiene que llenar mil planillas, demostrar solvencia, aportar datos económicos, de proyectos realizados en Alemania con costos, tiempos y experiencia de cada uno de los arquitectos participantes en el equipo. Todo comprobable, si metes un forro, estás descalificado

Todo eso para pasar a la segunda ronda.

Si pasas tienes que agarrar tu corbata y pararte ante un tribunal y convencerles en 28 minutos (no 30 ni 25) de por qué tú eres el tipo indicado para estar en ese equipo. Luego el equipo tiene 22 (no 25 ni 20) minutos para convencerles de por qué ellos y no otros los indicados para realizar la obra.

Da lo mismo si tienes mil años de experiencia, si te apellidas «Da Vinci» o «Merkel» o si tu papi es el dueño de 10 empresas constructoras o ganaste 100 concursos previamente. Todos por la canalita.

Y como yo no tengo las obras suficientes en Alemania y mi nivel en el idioma es una mierda, habiendo impreso todo el expediente, me piro que es viernes. Y ahí quedan mis colegas alemanes en un maratón, preparando la presentación, ensayando qué van a decir como si fueran estudiantes preparando su tesis de grado.

—Y esto a qué viene —preguntará cualquiera- es lo normal para las obras públicas.

Y ahí es a dónde quería llegar.

Con la desaparición del Ministerio de obras públicas, en la isla se sustituyó el ya maltrecho sistema de licitación de obras públicas por un sistema de asignación a dedo a socitos, amiguetes yumas y devotos del partido.

La cosa turbia que no permite a los profesionales nacionales insertarse en la labor de levantar su país y que ha causado que más de la mitad de los arquitectos graduados en la Universidad de La Habana (80% en mi curso), hayan abandonado la isla y ejerzan (los que pueden) en otras latitudes.

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