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Fue en una tarde fría de enero de 1984 en Pinar del Río. Habíamos terminado de comer y de pronto llegó el apagón. ¡Se jodió la recreación! Aquellos que tenían novias la pasarían en grande, pero por esa época mi mente aún estaba atascada en la niñez. No hay nada mas oscuro que en una noche en los campo de San Juan y Martínez. Por no haber, no había ni estrellas que mirar.

A las ocho la sirena de alarma nos sacó precipitadamente de los albergues. Por las ventanas de la nave del comedor se desbordaba una luz de amarilla, intermitente nos hacía señales. Podríamos haber sido abducidos o morir achicharrados por las llamas pero a esa edad los jóvenes vuelan al peligro como las moscas a la luz. «Is Urgent, is urgent». Nadie sabía inglés pero todos al momento coreamos. «Urgent, Urgent, emergency…» 

Fue la primera discoteca de mi vida. Una disco móvil improvisada por unos guajiros con la luz intermitente de un tractor-grúa, unos baffles viejos y papeles de colores a falta de reflectores profesionales. Era algo muy humilde, pero bailamos como posesos. Los maestros nos dejaron mas allá del toque de silencio e incluso hasta los que ya tenían novia se unireon al baile. 

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Hacia solo unos meses que Oscar D’Leon había puesto la isla patas arriba y eclipsado por un tiempo la música en inglés, a Michel Jackson y su Thriller recién estrenado. Solo «Urgent» de Foreigner, ocupaba lugar en las fiestas. Al menos en el PRE de Marianao.

Víctor Hugo consiguió el disco «4» en Vinilo. Vivía en el Palmar, mas allá de la Plaza de Marianao y allí nos íbamos él, Leonel y yo a oir una y otra vez a oirlo. Lo habríamos escuchado hasta que se gastó.

En 1999, cuando el Meliá Habana estaba nuevecito y sin usar, salí por primera vez de la isla. Dicen que a una misión de trabajo, a actualizarnos en materia de hotelería en un viaje por las Canarias y la península. En verdad era un viaje de agradecimiento del gallego, de relax tras meses de trabajo intenso para terminar la obra. Íbamos cortos de dinero, para no variar. Casi toda la pacotilla que compré fue para mi hija pequeña. ¿Y para mí? El álbum «4». Un CD que aún tengo en casa.

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 Birgit supo siempre de mi afición por Foreigner, por eso hace como diez años, me sorprendió con el mejor regalo que podría imaginar. Dos tickets a ver a la banda sonora de mi vida. Tocaban en un pueblito en medio de la pampa, de cuyo nombre no puedo acordarme. Es lo maravilloso de Alemania, que en el pueblo más insignificante puedes encontrar una corporación de renombre mundial (SAP, BASF), el mejor hospital del mundo en su especialidad o un concierto de una super banda de rock.

Era verano y el sol a estas latitudes normalmente hace horas extras, pero esa noche tuvo la deferencia de dar paso a la sirena y las luces de colores y a los primeros acordes como sonaban en aquel viejo vinilo que espero aún exista.

Habría llorado, pero ya se sabe que los hombres, los de verdad, no lloran.

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Abril de 2024. La próxima parada es Potsdamer Platz dice la voz metálica, el tren se detiene, afuera hace un frío del carajo. Me acomodo los audífonos por sobre el gorro y voy oyendo ese saxofón divino hasta la oficina.

It’s Urgent, urgent, emergency…

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