Alemania, ¿país analógico o digital?
El noticiero de hoy acaba con una noticia muy de este país: «Terminamos con una noticia triste: a partir del día primero de 2023 no se podrán enviar telegramas».
Por un momento no entiendo la noticia. Pienso que hablan de la aplicación de comunicación Telegram, esa que todos tenemos en algún lugar de nuestro teléfono para enviar mensajes sensibles. Pero luego cierran diciendo «lo que hace 100 años era muy moderno, hoy ya no lo es tanto».
— ¡No lo es tanto!— dicen y sonríen mirando a la cámara mientras los créditos ponen punto final a la transmisión del día.
¿No lo es tanto? ¿Alguien usa aún telegramas en estos días? Pues claro que sí. Willkommen in Deutschland, un país con una industria del siglo XXV dirigida por políticos de la edad media. Nos libramos del telegrama, pero ojo, nos queda el fax como algo imprescindible en cualquier gestión administrativa con el estado.
— Y dónde encuentro yo un fax a estas alturas? — preguntas y los mismos funcionarios te recomiendan bajar una aplicación que simula el envío de un fax al Ministerio del pasado.
Cualquier oficina pública en Alemania puede acoger un museo. No solo por su arquitectura sino por la cantidad de papel, formularios, cuños y equipos de fax que llenan sus anaqueles.
Hace una semana fui a urgencias en un hospital. Sin comprobar si se trataba de una urgencia, me hicieron llenar varios formularios a mano. Luego esperé a que una lenta impresora escupiera cuatro hojas que básicamente sólo tenían mis datos junto a un código de barra 20 veces impresos a una sola cara. Hecho esto el amable empleado me dibujó en un papel el camino hasta la sección de oftalmología en el cuarto piso.
— Camina hasta el final del pasillo, —me dijo— dobla a la derecha, pasa tres puertas y te montas en el elevador marcado con el número 19 hasta el cuarto piso. Allí tomas un número de la máquina de turnos y cuando te llamen de admisión le entregas estos papeles a la enfermera. Ella se encargará de escanearlos y así entrar tus datos en el sistema y luego…”
El empleado se extiende, pero no lo sigo. Pienso que en el peor de los casos bastaba enviar un email de un departamento a otro, pero ahí iba yo descifrando un mapa como en el pasado, contando puertas a lo Indiana Jones, en una institución sin un sistema central de administración de datos.
Alemania es un país analógico. Un lugar del primer mundo con terror a los cambios, a lo nuevo. Atada por leyes y conceptos anacrónicos. Semejante a un barco muy pesado incapaz de aplicar los frenos en una emergencia y maniobrar en otra dirección alejándose del peligro.
Durante la pandemia, mientras varios países llevaban un control de enfermos, datos, tests de un hospital a otro digitalmente y mediante el uso intensivo de Internet, Alemania cayó en una ola de discusiones en el senado y a nivel social para inventar la rueda digital. Luego de varios meses logró implementar una aplicación que avisaba con 10 días de retraso del peligro de cercanía con una persona enferma. Vamos, que no servía pa’ un carajo.
Lo más triste es que si hoy se declara otra crisis como la del Covid-19, el país estaría en el mismo punto analógico del año 2020. Con la única diferencia que ya no será posible comunicarse por telegramas.