El cuadro
Hace una semana “un cuadro” regañaba al pueblo cubano ante las cámaras de televisión: «debido a las protestas en diferentes lugares del país, los dirigentes habían tenido que ir a dar explicaciones a ese pueblo confundido (indignado) en vez de “arrimar el hombro” (hacer sombra) allí donde los linieros, los electricistas, los plomeros, los constructores trabajan de sol a sol»
Se le olvidó que el pueblo cubano ha tenido que acudir a las protestas para que alguien del gobierno dé la cara y no pase olímpicamente de dar explicaciones a ese mismo pueblo. Por ejemplo, aún estamos esperando que sus majestades expliquen qué pasó en el Saratoga.
Pero volviendo al malestar de aquel cuadro, a menos que las cosas hayan cambiado mucho en ese país, un cuadro no levanta casas, ni reconecta circuitos para aliviar a la gente que llora sobre los restos perdidos de su vida.
Un cuadro es en principio, un tipo inútil. Para que no quede dudas de esto, el fin de semana Diaz-Canel ha movido una comitiva de más de veinte vehículos para ir a cargar entre cinco un palo al borde de la carretera.
¿Qué beneficio tiene esa movilización y gasto de recursos? ¿Qué pinta un político y su séquito de reporteros, cámaras, segurosos y tracatanes en una zona de desastre? ¿No podía «orientar», destrabar la cosa, «asignar recursos que no tiene» y finalmente mirarse el ombligo a través de videoconferencia?
Los políticos son como los “bichos de la luz”. Aprovechan cualquier desgracia para arrojar luz sobre su imagen política. Solo que este señor ni eso sabe hacer.