Cuba un país normal

Cuba un país normal

Cumplo veinte años fuera de Cuba en unos meses y aunque sean muchos abriles; aún no logro hacer borrón y cuenta nueva. Aún paso más tiempo del recomendable, leyendo lo que allí sucede; me persigue cada noticia salida de aquel pedazo de tierra del que, aunque lo desee, no logro desprenderme. La isla me acorrala, me encuentra.

Si he de ser sincero, dudo que algún día vuelva a establecerme en aquel país de locos. Estoy casi seguro que el fin de esa locura, si es que lo veo, me sorprenderá entrado en años; tantos que hasta ganar la lotería habrá perdido para mí ya todo incentivo. Queda feo decirlo, pero espero que la isla no me sea ya imprescindible para entonces.

Mi anhelo hoy, aunque viva del otro lado del mundo, es que aquella isla se convierta en un país normal porque allí tengo familia que espero poder visitar alguna que otra vez. No pido nada extraordinario, solo que logre ser un país normalito; vivible, habitable.

Pero la tendencia apunta en otra dirección.

Ayer mismo, por ejemplo, cuando me preguntaron de dónde vengo, alguien sin darme tiempo a mentir, a ocultar mis orígenes, a mencionar cualquier país remoto de la geografía africana o de otro planeta, soltó que venía de Cuba. Y entonces pasé la siguiente hora sorteando imágenes y momentos desagradables en mi memoria, exagerando historias nobles que cada vez son menos y comportamientos solidarios que cada vez son más interesados; intentando convencerles de lo que ni siquiera yo mismo creo.

El problema es que no es fácil pasar gato por liebre a la peña acá en Berlín. Esta gente se informa, lee periódicos de todos los colores políticos y sobre todo viaja y compara. Y siempre te sale alguno que ha leído la última noticia -por no llamar estupidez- que han soltado allá en La Habana. En esas tertulias se habla de las vacas enanas, las jutías y avestruces del anciano general, la tripa por carne del otro gordo y reímos como gallinas decrépitas de los sufridos botones de la guayabera de cualquier político cubano.

Tengo que reír porque por mucho que intente salvar la honrilla, o lo que queda de ella; esa gente, los del Palacio de la Raspadura, no cooperan y a estas alturas del partido solo te queda por toda defensa, reconocer que aquello es un chiste, chiste malo pero chiste al fin. Para reafirmar lo que digo, la noticia del día de hoy cuenta cómo trabajadores de hoteles de Varadero se proponen producir alimentos en los hoteles.

Parece jodedera, pero no lo es. Lo sé porque yo mismo también una vez creí y poniendo a un lado mi título de arquitecto durante varios meses, marché feliz a sembrar o intentar sembrar todo tipo de hortalizas a principios de los noventa cuando el plan alimentario era la moda del momento. El plan que abarrotaría la mesa del cubano pero solo dejó una de las hambrunas más grandes que ha sufrido aquel país. La que viví en primera persona.

Porque no vale la teoría, el esfuerzo o las intenciones sino el talento y la experiencia en faenar la tierra. Y eso es lo que no se meten en la cabeza los sabios caribeños.

En casi 20 años nunca vi a Angela Merkel opinar acerca del boniato o proponer que el Sauerkraut es la base de todo. Ella se ocupa de las cosas de estado mientras el guajiro solito se ocupa de llenar los estantes de los supermercados. Y funciona. Es lo que sucede cuando aplicas eso de Zapatero a su zapato.

En un país normal, repito, dejarían ese asunto en manos del guajiro; pero Cuba no es ni país, ni es normal; allí esta vez, para hacer el disparate más disparatado, leo que se proponen sembrar en jardines y azoteas de hoteles. No en los miles de kilómetros cuadrados de tierra ociosa que hay en la isla. No seran los brazos del 35% de población inactiva según datos del Anuario Estadístico de Cuba 2019 *. No, los trabajadores del turismo van a redoblar sus esfuerzos – por la misma paga- y sembrarán las azoteas.

Es el último disparate que nos ha regalado aquella tierra de los absurdos. Para ser exacto, no es ni será el último. Es apenas el más reciente; porque señoras y señores, apostemos lo que sea que antes de que termine el año, se superan.

El disparate es el estado normal de un país anormal.


* En 2019 el 35% de los cubanos estaba desempleado -desocupado para el gobierno- en 2019, el año anterior a la debacle mundial del Covid-19.

  • Hay una diferencia entre desempleado y lo que llaman desocupado en Cuba. En países normales, la gente busca empleo y no lo encuentra. En Cuba, el empleo busca gente y no la encuentra. Con un salario medio de 875 pesos o 35 dólares (según el mismo anuario) el empleo ha perdido sentido.
  • El 35% de los cubanos -según el gobierno de la isla- vive de la economía subterránea. Especie de Robin Hood caribeños que roban al rico para entregar al pobre. Pero a lo bestia.
  • El enlace al anuario estadístico – empleos y salarios aquí: http://www.onei.gob.cu/sites/default/files/07_empleo_y_salario_2019_sitio.pdf

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