El ron
Como al niño que sucumbe a la impaciencia y se estrena los zapatos nuevos la víspera del cumpleaños, así fue mi fin de semana.
¡Pero qué carajo! Un sorbito de ron no va a echar a perder la fiesta de fin de año.
Saltemos, por favor, los 10 minutos del «¿cómo abro esta cabrona botella» y vayamos directamente al contenido. A mi encuentro con la verdad. Al ron.
¡A ver! Podría ponerme filosófico e identificar a trasluz colores sepias que adornen el líquido. Dar un primer sorbo, incluso antes que los santos, y citar aromas que no conozco y barricas que no he visto en mi vida de sommelier habanero y quedar como un somalí.
Podría ponerme todo europeo y «apabullaros con palabras que no conocéis». Podría hacer muchas cosas, pero con este ron en la boca solo se me ocurre una pregunta:
— ¡Venirme o tragar!
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