You can’t imagine

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Ayer fui a comer con unos dominicanos, una familia. Diecinueve personas atadas por un mayor o menor grado de consanguinidad. Habían allí hermanos, primos, abuelos, hijos, cuñados, entenados. Y por supuesto la bisabuela como semilla de toda aquella prole. Los muchos.

Gente divertida y bulliciosa a pesar de vivir tanto tiempo de este lado del Atlántico. A pesar de dominar el idioma alemán a la perfección, mantienen ese acento sabroso, ese “Eh eh, qué ta pasando con ete tiguere”. A pesar de los años siguen siendo de “allá”, de “La República”. Estar allí era como estar dentro del tambor de una lavadora dando vueltas, como pasar por el medio de una banda de música, como estar dentro de un hospital de locos buenos. una bulla del carajo.

— ¿Cuándo fue que estuviste en Cuba? —Me grita desde la otra punta de la mesa.
— Hace ya cinco años 
— ¿Te queda familia allá?
— Sí
— ¿Y cuándo piensas ir?
— No creo que vaya más.
—Pero ¿No echas de menos la isla?
— El país que yo dejé ya no existe.

Por primera vez la mesa hizo silencio.

— Todos los cubanos que conozco dicen lo mismo. —dijo otro tiguere— What’s wrong there, man?
— Everything. You can’t imagine.

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