Pa’trá

Pa’trá

«¡La viraron pa’trá! Llevamos varias semanas en esto y na’. ¡Coño!»

«Cógelo con calma» – le envio el mensaje y agrego un par de emojis pa’ bajar la tensión. Pero la cosa a mí también me pega duro.

Mi primogénita esté por parir. Eso debiera ser un acontecimiento pa’ celebrar pero ¿les dije que ella está en Cuba? Bueno, eso transforma la historia en drama.

Lo siento por el yerno. Pero si bien recuerdo, esta película no comenzó con él hoy sino hace veintiseis años. Yo él protagonista en puro hueso, llegando al hospital de maternidad cargado de dos cubos de agua, agua incluida, un sillón pa’ la suegra y un pomo de guachipupa pa’limentar a la recién paría porque en aquel hospital no había na’ de na’. ¡Ah claro! Y un ventilador! Que en septiembre del 95 hizo un calor de tres pares.

¿Les hablé del periodo especial y de los apagones de diesiseis horas? Bueno, pues el ventilador no llegó a usarse y mi hija, la que está ahora por parir, nació sudando. Todo un drama, sí. Podía contarle esto al yerno, que esta historia la empecé yo pero no creo que le ayude mucho. ¿Qué le voy a decir que no esté viviendo en pellejo propio? Porque aquello, aquello señores siempre, siempre ha ido pa’trá.

«Na’ esta historia no comenzó en el 95» interrumpe mi padre en mi memoria y me pone la mano en el hombro. «Esta historia comenzó mucho antes, hace cincuentipico de años. El día que a tu madre le entraron dolores de parto y no había una cabrona ambulancia en to’ Marianao. ¡Ay mijo! Salí pa’ la calle a ver qué resolvía pero no pasaba nada, porque gasolina tampoco había. Cuando ya pensaba que tu madre iba a parir en la casa veo unas luces y tan ostina’o estaba que me tiré delante del carro. ¡Paren o me matenme pa’l carajo! grité. Por eso tú naciste en el vestíbulo de Maternidad obrera!»

«¿No había ambulancias tampoco en el sesentiseis, viejo?»

«Ni en el 80, ni en los 90. En ese país siempre hemos ido pa’trá».

Ayer recomenzaron las clases presenciales en las escuelas – interrumpe el yerno. Tus nietos van a la escuela vacunados, lo que no dicen que van con hambre. Les preparé un agua con azucar y allí los dejé pa’ venir pa’lospital. La leche está perdía. Tengo el dinero, pero no hay leche para los niños, ni los viejos, ni pa’ nadie.

He leido ayer el hashtag #lecheparalosniñoscubanos, la campaña lanzada por las madres cubanas en las redes y hoy me cae en la cabeza. Tengo que visualizarla, y espero lo haga quien me lea también.

Esta película no es nueva. Varias generaciones de cubanos crecimos sin leche. «El padre, el hijo y el espíritu santo» – agrega mi viejo. Es 2021 y nosotros tecleamos #lecheparalosniñoscubanos, ¡no sigan construyendo hoteles de lujo y compren leche, cojone! o emjor aún, prodúzcanla.

«A propósito ¿cuán jodido tiene que estar un país para que necesite importar leche en vez de producirla? Le pregunto al viejo antes que desaparezca. ¿Cuánto tenemos que cambiar para que finalmente se produzca y haya leche en Cuba?

No mucho – responde en la bruma- solo el gobierno. 

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Categoría: Blog, Cuba