Las comparaciones son buenas y necesarias.
Pongamos un ejemplo de comparaciones.
Si usted decide hoy entrenar para correr 100 metros planos, cada vez que detenga el cronómetro, va a comparar el resultado contra el de Usain Bolt. Por supuesto, catorce segundos es un tiempo malísimo, usted lo sabe, pero no importa, usted seguirá entrenando y comparando contra los mejores. Un par de años más tarde y tras mucho esfuerzo quizás su marca haya bajado a los doce segundos que siguen siendo un tiempo malo, pero usted lo va a celebrar como si realmente fuera el récord del mundo. Y eso le dará ánimos para seguir entrenando. La comparación le hace dar más de lo que usted piensa que tiene dentro.
Lo que no va a traer ningún resultado es seguir los pasos o compararse con un equipo perdedor. Es lo que pasa en Cuba. Cuando sueño con una nueva Cuba lo hago en grande. Y como vivo donde vivo, sueño a Cuba con la potencia económica y los logros sociales alemanes. Pero siempre que esto pasa, llega alguien y me despierta.
– ¡No somos alemanes, no somos asiáticos, compárate con tu entorno! – me dicen.
La revolución nos ha cortado las alas. Nos ha educado para ser dependientes. Auto subestimarnos. Evitar comparaciones. Hoy muchos asumen el fatalismo geográfico como una cosa normal.
– ¡Nuestro presente es malo en el socialismo, imagínate lo que nos espera en el capitalismo!
– Somos un futuro Haití, no puede ser de otra manera, somos «Letrinoamericanos».
Y como no hay nada que hacer financian su vida con el esfuerzo ajeno.
La parálisis por miedo a lo desconocido es la mayor epidemia que afecta a la isla. La que nos hace aceptar que merecemos esto que estamos viviendo. Que esto es todo lo que damos.
«¿A cuantos países has ido?» – pregunto.
«Lo dice telesur, lo sabe todo el mundo. Infórmate» – me dicen.
Comparaciones
Desde la ventana del bus que atraviesa Berlín yo veo gente normal, con problemas que resolver, con insatisfacciones. Los alemanes son gente normalita, nada los hace superiores aunque alguno se lo crea. Cometen los mismos errores, se emborrachan, se enamoran, se enferman y mueren como nosotros. Llevan todo los defectos de los humanos.
Solo dos cosas tienen los alemanes que nos aventajan:
- Libertad para escoger su destino y el de la nación.
- Un gobierno elegido por ellos mismos y que cambian sin compasión si no muestra capacidad para obtener los resultados que de ellos se esperan.
Siempre hago comparaciones. Cuando miro la Cuba actual me niego a aceptar que eso es todo lo que damos. Sobre todo porque sobran los ejemplos de cubanos que en otra cultura, sin dinero, sin amigos, sin ayudas, en otro idioma, en otros climas, lejos de sus raíces y sobre todo SOLOS se han abierto camino. No todos, es verdad, pero incluso hasta en eso funcionan mejor otras sociedades que asignan sin piedad a cada cual su lugar según su capacidad.
Algo están haciendo mal, muy mal los once millones de cubanos para que ese país hoy de lástima. Pero ojo, ser cubano no es sinónimo de malo. No somos nosotros, es el sistema el que no funciona.