Contra las normas
Hay quien cree que la carrera de arquitectura se limita a hacer dibujos chéveres, definir color de cortinas y llevar corbatas de 500 euros. Pero yo llevo dos semanas con el proyecto trabado leyendo normas para decidir el tipo de impermeabilización de la cimentación del edificio.
Sobre mi mesa hay mil papeles y en el ordenador Google no da abasto. El portal de normas DIN de la construcción me lleva de una página llena de links a la otra, esta a otra y así en una línea infinita.
En mi día normal consulto mil normas con subnormas, acápites y anexos hasta llegar a las recomendaciones de qué producto, en qué orden, cuantas capas, qué tiempo ha de transcurrir entre aplicaciones, en qué época del año y qué certificación debe tener la persona que lo aplicará. Todo eso debe estar escrito en blanco y negro en los planos antes de dejar la oficina.
El mes pasado fue lo mismo con el aislamiento térmico. El año pasado alguien propuso cortar todas las columnas, dejar el edificio en el aire y construir dos pisos debajo de este con aquello sobre la cabeza. Y por si fuera poco, aún tengo que empezar una sala para un aparato de no sé qué resonancia radiactiva. No me alcanzará el tiempo de vida para leer tantas directivas. Pero en Alemania nadie mueve un dedo si no está respaldado por la ley, o las normas en este caso. Una mancha de humedad, un sótano frío le cuesta una fortuna a alguien y aquí es más peligroso un abogado que un lobo.
No ha faltado quien me eche en cara que Cuba me dió la oportunidad de hacerme arquitecto pero a decir verdad hoy, después de treinta años de graduado y catorce proyectos de hoteles estoy estudiando como si en mi vida pasada hubiera sido manicure y tengo que leer durante dos semanas para hacer planos que en la isla ni siquiera sabía que existían. ¿Plano de impermeabilizaciones de cimentación? ¿Análisis del aislamiento térmico y acústico pa’ levantar una pared de bloques? ¿Tanta ciencia pa’un ladrillo? Èn Cuba? ¡Cortando huevos se aprende a capar! ¡Pon bloques de veinte pori’pa’rriba y no me jodas! ¡Que el golpe avisa!
Solo que los países serios funcionan diferente y aquí el golpe te lo llevas tú.
Mil temas he tenido que aprender desde cero en este país. Porque la distancia entre el primer mundo y la isla no se mide en kilómetros sino en siglos. Cuando veo cómo se construye en Berlín, me convenzo de que el edificio del Hotel Meliá Habana, el proyecto más grande en que he participado y del cual sigo estando orgulloso, no habría sido aprobado para su construcción en la Alemania de 1939. Por ahí van los tiros.
Por eso cada vez con más frecuencia una idea me ronda la cabeza: “Rafael, ya tocaste el cielo y sabes que es una mierda. ¿Qué tal si cuelgas el título y te dedicas a algo que te llene, algo como hacer tortillas, flanes? ¿O a escribir? ¡Eso, escribir!»
— ¿Alguien sabe dónde contratan escribas?