Feierabend

Feierabend

El verano en Berlín es como la felicidad en casa del pobre. Concentra todo el sol y el calor en unos días largos, muy largos; y a la gente no le queda otra que llenar parques y terrazas, y tener miles de encuentros after-work, con mucha música y mucho fútbol. Y mucha cerveza. El parque es una escena feliz, es verano y hay que hacerlo todo ahora o nunca. Que esto es Berlín y cuando quiten el sol, te quedan diez meses a oscuras de cortarse las venas.

El parque está muy animado. Algunos lo atraviesan haciendo jogging, otros en bicicleta y los muchos en carriola eléctrica. Los que disfrutamos la vida, nos tomamos una cerveza en un banco mirando o conversando en grupos. Es Feierabend y el cuerpo lo sabe.  Ahora que hay sol, las chicas y los chicos, y los no tan chicos, y las no tan chicas, muestran mucha piel. Con diez años de menos habría mostrado mi six pack, pero hoy no quiero. ¡Que se jodan!

Lo bueno de la felicidad es que se contagia.

Mira, yo también estoy feliz, no me queda otra que ser feliz disfrutando del sol, del calor y mi cerveza. Estoy en la cresta de la ola. Ojalá dure mucho. Más de lo que va a durar el sol del verano. La última vez, cuando empezaba a salir del bache, me mandaron una pandemia. ¡Eso sí la pasé jodido, pero contento!

¡Coño, no lo van a creer: a galope sobre mi banco, acabo de esquivar a un tipo en bicicleta! No, no es la cerveza. El muy comemierda iba leyendo el móvil en la bici y ¡pum! sentó la bicicleta aquí a mi lado y voló a clavar los tarros en el pavimento! No sin antes echarme la cerveza arriba. ¡No decía yo que la felicidad del cubano dura poco!

Sin cerveza la vida es una mierda, ¡me voy pal carajo!.

A propósito que iba a decirlo antes de que el comemierda ese me sacara de lo que estaba diciendo: Feierabend no tiene traducción. Los ingleses dirían “let’s call it a day”. Pero los alemanes que todo lo hacen complicado tomaron la palabra Feier (celebración, fiesta) se la sumaron a Abend (tarde noche), para decir: “se terminó el trabajo por hoy y nos vamos a celebrar”. Y por eso desde que suena la campana hasta que vuelve a sonar, Berlín es un desmadre.

¿El tipo? No sé, pero la bicicleta quedó hecha una mierda. Ahora si me voy a casa

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