Era un vampiro
Hace un par de días un tipo se cayó en la bici a mi lado. Hoy me tocó a mi. Karma.
Lo vi todo en cámara lenta y dije: hoy es mi día.
Primero fue la abeja, la vi venir, nos miramos a los ojos, ella me hizo señas para que le dejara paso, quítate tú debo haber contestado porque su rostro cambió y se fue directamente al cuello, como los vampiros.
Por supuesto, yo no llevaba estaca y me defendí como pude a mano limpia. La tomé por las alas, y por las patas delanteras y las del medio y las traseras. Demasiadas patas para tan pocas manos. Fue un forcejeo a muerte. Y ya viéndose perdida, antes de sucumbir aplastada, clavó todo su odio en mi cuello.
La mano que me quedaba libre apretó el freno como reacción al dolor.
Y aquí estoy hace media hora, sentado en el jardín de unos viejitos amorosos que viven en esta casa tan de cuento de hadas, que vieron el combate y se ocuparon de recoger a las víctimas. En su jardín yace (nunca he escrito esa palabra, no sé si esté bien) yace quien en vida fue Maya, la abeja. Y yo me pongo hielo en el codo y una cebolla en la garganta.
No lo he podido ver, por supuesto, pero me dicen que tengo dos puntitos en el cuello, era un vampiro.