En el espejo
Cuando te quedas solo en casa te puedes permitir las cosas que nunca haces. Ponerle jamón a la tortilla o levantarte una hora más tarde. O dos.
Hace un par de semanas, aprovechando uno de esos días divinos de soledad, estuve cantando largo y tendido bajo la ducha. No se cuánto tiempo. La función duró lo que el album Thriller de Michael Jackson.
Canté y baile hasta que el espejo desapareció bajo una capa de niebla. Incluso «moonwalked» mientras me secaba a riesgo de romperme la crisma. Fue una función completa con giros y todo hasta que lo vi.
Vi su reflejo en el espejo. Un tipo como de mi tamaño pero con nalgas blancas. Se mostró una milésima de segundo y luego desapareció. El tiempo justo para que notara su presencia. El problema es, como dije antes, que yo estaba solo en casa. Completamente solo.
En el segundo y medio que siguió pasaron muchas cosas: Se acabó el baile, mi corazón comenzó a correr, solté un grito muy gay, me agarré al lavamanos, el eco sonó más gay todavía, me cubrí los huevos con la toalla por puro instinto de conservación. Lo demás crece de nuevo, huevos solo hay dos. Todo en ese orden.
Cuando lo masculino me volvió al cuerpo, limpié el espejo buscando al nalga pálida. ¡Oh Dios! ¡Tengo el culo blanco!
Juro que yo salí de Cuba negro. No lo tengo que jurar, lo prueba mi pasaporte. Y a fuerza de cielos nublados un día sí y el otro también durante dos décadas, he logrado lo que a Michael Jackson le costó una fortuna.
Y aquí estoy sentado en el balcón junto a mis plantas, haciendo lo que nunca pensé que haría en mi vida. Tomando el sol para coger color. Tostándome.O como dicen los alemanes «Sonnentanken».
P.D. Esas son mis piernas. No pongo el culo para que Facebook no me cierre la cuenta por terrorismo.