Morir por la patria es morir
¡Ah, que tiempos magníficos en los que las redes sociales te traen un viejo amigo de vuelta!
Ese ha sido el caso hoy. Una persona muy querida apareció de la nada y hemos pasado medio domingo actualizándonos, contándonos en qué utilizamos cada minuto de los últimos treinta años y también arreglamos el mundo y Cuba durante la mas de una hora que hablamos y esto es lo que dijimos más o menos:
Hoy, no hay otro tema más importante en el ámbito cubano que el Movimiento San Isidro y el encontronazo entre jóvenes artistas y el gobierno cubano en días recientes.
MSI: Morir por la patria es morir.
Cuentan que cuando Raúl Castro fue informado de la huelga de hambre de Orlando Zapata Tamayo exclamó: “deja que se muera ese negro”. No sé si es cierto, pero no apuesto por lo contrario. Tampoco puedo dejar de imaginar que si Diaz-Canel no apareció públicamente en estos días debe haber estado muy ocupado engullendo ron, celebrando prematuramente la muerte de otros catorce muchachos problemáticos.
Sin tratar de empañar la valentía de los jóvenes del MSI al hacer frente a tamaño adversario, apuesto que cada cubano que supo del tema y probablemente hasta ellos mismos, sabían que esta partida terminaría en pocos lances, otra vez, a favor del gobierno cubano.
Porque en mi opinión, la gran limitación del MSI fue escoger mal las armas: Es un error amenazar con quitarte la vida a alguien que ha dado repetidamente muestras de no respetar la vida. Le ponían en bandeja de plata la victoria o dicho de otra manera abandonaban la lucha por muerte voluntaria; les cumplían el deseo de desaparecer fisicamente sin que tuviesen que tuvieran ellos que ensuciarse las manos
¿Presión internacional?
A diez años de aquel hecho, explíqueme entonces en qué ha ayudado la muerte de Tamayo.
¿Solidaridad?
Les tengo malas noticias: Cuba es para el mundo un destino turístico seguro. Cualquier intento de cambiarla atenta contra ese lugar que tenemos asignado en la mente europea.
Peor aún, mientras ustedes agonizaban la inmensa mayoría de los cubanos en Europa estaba más disgustada con Trump y la imposibilidad de enviar dinero a su familia, que en crear las condiciones para que ustedes y su propia familia ganen dinero dignamente por ustedes mismos
El primer paso para resolver un problema es reconocerlo, ustedes, los del MSI ya lo han reconocido y son de los pocos que se atreven a decirlo públicamente. Morir por la patria daría un respiro a la dictadura cubana y alejaría un poco el futuro de Cuba.
Morir por el futuro es un contrasentido. Cuba los necesita vivos a ustedes y a quienes piensen como ustedes. Aunque los versos del himno nacional digan otra cosa, Morir por la patria es morir. Mueren ustedes y por consiguiente morimos un poco todos.
La estrategia errónea: ¿Y ahora qué?
Todos los cubanos vivos hoy en día hemos leído en nuestros libros de historia cómo, para preparar la revolución, Fidel se erigió en líder visible y con “La historia me absolverá” hizo pública su intención de qué haría si su insurrección llegaba a buen término. Cosa que en 1953 desde la cárcel sonaba a utopía, pero que al menos servía para que quien lo leyese tomase partido sobre sus intenciones.
Por desgracia todo lo que hemos conocido de los movimientos y asociaciones que apuestan por una Cuba diferente son huelgas de hambre y automutilaciones. A excepción de Payá, el resto ha pasado por alto tomarse un respiro y redactar un manifiesto, un programa creíble que no sea apelar a la solidaridad de fuera. Un programa factible para restaurar la democracia y exponga qué pasaría el día después si, por mediación de un milagro, ellos tomasen las riendas del país.
No conozco ningún manifiesto de este tipo de ninguna de las asociaciones, partidos o agrupaciones de cubanos en la isla o fuera de ella. Es más, a falta de este, existe aún el Proyecto Varela cuya actualidad es innegable hoy día y que cuenta ya con cierta resonancia fuera y dentro de la isla. Sin embargo sigue siendo ignorado por todos, a excepción de la hija de Oswaldo Payá, que ha emprendido una carrera en solitario más centrada en la aclaración de la muerte de su padre que en la continuación de su obra.
No hay nada tan malo que no pueda ser peor
En Alemania, donde vivo, un país democrático donde los haya hay decenas de partidos políticos. Tantos que es imposible que en época de elecciones uno se alce con una victoria absoluta y gane el número de escaños necesarios para formar gobierno. He ahí que, una vez terminado el conteo de votos, comienzan las alianzas.
Las Coaliciones, como les llaman aquí, son la estrategia de poner a un lado pequeñas diferencias políticas con un fin común: sumar para llegar a esa mayoría que exige la ley para formar un gobierno. Y desde allí poder influir o llevar a cabo los cambios en la sociedad que tienen en su programa. Táctica y estrategia.
Por supuesto Cuba está muy lejos de esto y por tanto la existencia de un objetivo común de unión debe ser la prioridad de cada una de las agrupaciones de cubanos que desean un país diferente. No puedo imaginar una sola de ella que no tenga entre sus razones de ser, cambiar el orden imperante de las cosas en la isla.
Así pasan los años en un país antidemocrático donde los haya y no surgen cubanos con la capacidad de unirse bajo la misma sombrilla junto a gente con diferente espectro de pensamiento pero con un enemigo común. Lejos de ello, el panorama de la oposición en Cuba no pasa de ser un campo de batalla en donde los esclavos se despedazan ferozmente bajo la mirada y regocijo del César.
Morir por la patria vs nosotros-nosotros
En días recientes la congregación espontánea de artistas frente al Ministerio de Cultura, aunque haya hecho un poco más de ruido, gracias a las redes sociales iba directo al fracaso por una simple razón: el enfoque de “Nosotros los artistas tenemos un problema”.
Lo que empezó con el MSI por ser una protesta legítima de cubanos a su gobierno, terminó en una reunión sindical, de “nosotros los artistas” con “nuestro Ministerio de Cultura”. Como si resuelto este tópico, Cuba emprendiese el camino del progreso; como si el problema de fondo no fuese el uso de la ley “a discreción” y la falta de democracia que sufren todos y cada uno de los cubanos en la isla y fuera de ella. Como si la imposibilidad de expresarse como artista fuese ajena a la de realizarse como persona o como cubano.
Lo hemos visto anteriormente en las organizaciones LGTBI que abogan por parcelas de libertad o visibilidad, como si no bastase con una ley para todos y que se respete por todos. Lo demás viene solo y da lo mismo si eres gay, negro, mujer, católico, oriental, campesino, artista plástico o de las fuerzas armadas.
Una ley democrática y el respeto a la misma da solución a cada una de esos feudos creados por nosotros mismos. Parafraseando a Diaz-Canel, les faltó pensar como país.
Por supuesto, que ahora alguien dirá que es fácil para mí desde fuera, desde Alemania ver las cosas de esta manera. Y quizás tengan razón; no en balde se esgrime siempre la idea de que quien está fuera en el dominó ve más que quien está sentado a la mesa. Pero estimados artistas, el MSI había creado un “momentum” que ustedes, quizás por inexperiencia, se dejaron arrebatar.
Otra vez será.
Por el momento sigue imperando y funcionando para el gobierno de Cuba la máxima de los Césares: Divide y vencerás.
Porque hay cosas que para lograrlas…
Está claro que las circunstancias cubanas no son propicias para una revolución. No por gusto tardamos 100 años más que el resto de América para independizarnos de España. No por gusto el socialismo sigue reinando en la isla a treinta años de su desaparición en Europa y su prohibición por crímenes contra la humanidad en casi cada uno de los países europeos que lo sufrieron.
La maldita circunstancia del agua por todas partes hace posible el aislamiento de cualquier foco de rebelión en la isla de manera fácil. Llámese Valeriano Weyler o Fidel Castro quien rija los destinos de su gente; evitar un cambio es cosa fácil para cualquier gobierno. Basta con aislar, dividir y la suerte está echada.
Una cosa quedó clara en estos días, la dictadura no es invencible. La unión hace la fuerza ante cualquier régimen por retorcido que este sea. Nadie puede disparar contra las multitudes. Ni con balas ni con odio. Ya lo hizo una vez Ceucescu y a pocos días de haber sido nuevamente “elegido por unanimidad”, fue pasado por las armas.
La solución al problema cubano no está en inmolarnos, en morir por la patria. La solución pasa por la unidad de TODOS los cubanos dentro y de fuera de Cuba para deshacernos del enemigo común.
Porque la libertad es una de esas cosas que para lograrlas ha de lograrse entre todos.