«Oma» y el muro de Berlín
La abuela de mis hijos va perdiendo fuerzas cada día. Ya no es la misma de hace veinte años cuando la conocí, mucho menos la jovencita de la foto en blanco y negro que cuelga de la pared junto a otro joven de rostro desconocido.
A inicios de abril, cuando la pandemia cogía fuerza en Alemania, para evitar que quedase atrapada sola junto a sus achaques en casa, me ofrecí a hacerle las compras y cualquier diligencia que necesitase. Así, religiosamente cada viernes desde hace un montón de semanas, me envía la lista de sus compras y yo se las acerco a través de la puerta entreabierta.
Hoy, que la vida va regresando a la normalidad, he demorado un poco más en el super y he llegado a la hora en que ella ponía otro plato a la mesa para mí. La oigo trajinar en la cocina y recuerdo a mi madre, su andar pausado de los últimos años se le asemeja muchísimo. Incluso la foto en blanco y negro donde ella aún jovencita posa al lado de gente que no conozco.
Mientras comemos le pregunto por la historia de esa foto. Y esto es lo que me contó:
“En 1961, cuando levantaron el muro, yo tenía casi 20 años. Por aquel entonces no sabíamos lo que se nos avecinaba, pero para 1965 ya teníamos una idea clara de que aquello no estaba bien. Vivíamos ya aquí en Teltow, cerca del Canal -la frontera sur con Berlín oeste. Desde aquí podíamos oir como fluía la vida del otro lado mientras nosotros languidecíamos.
Para nosotros todo era futuro, futuro, futuro.
Pero nosotros éramos jóvenes. Y jóvenes al fin, queríamos otras cosas.
Así nació la idea de pasar al Berlín oeste; pero no podíamos decírselo a nadie. La Stasi tenía gente en todos lados, sobre todo aquí tan pegado a la frontera. Solo por pensar en escapar podías tener problemas. Y lo tuvimos…”
La voz de la anciana se quiebra. Sus manos tiemblan sobre el cristal de la foto. Mi reclamo de cambiar de tema cae en vacío. Ella no está aquí conmigo. Su mente está en cualquier momento entre 1961 y 1989, perdida en el tiempo.
Varias generaciones de alemanes son testigos únicos de un laboratorio despiadado. Miles de familias separadas por un muro que partió en una noche, la ciudad y la vida de sus habitantes.
Cada día recomiendo a mis hijos que hablen con su Oma, que saquen de ella tanta información como sea posible. Porque el cansancio acerca el final de esta anciana y con ella no solo se va su cuerpo y sus fotos. Se irán miles de detalles, miles de lágrimas de dolor y también de alegría por qué no. Pero en su juventud mis hijos no parecen darse cuenta de la necesidad de saber. Conocer de primera mano la historia de su país, que es la de su familia.
El socialismo en Berlín dejó miles de cruces, como alerta para que no se repita jamás. Y yo que he venido a dar con mis huesos a un lugar tan lleno de historia, detengo cada día mi bicicleta y leo:
- Al menos 136 personas resultaron muertas entre 1961 y 1989 directamente en el muro de Berlín en circunstancias directamente relacionadas con las fuerzas de guarda fronteras de La RDA
- 98 fugitivos recibieron disparos resultando “accidentalmente” muertos o cometieron suicidio
- Treinta personas de Berlin este u oeste que no tenían intención de pasar la frontera murieron “accidentalmente” bajo los disparos de las fuerzas fronterizas de la RDA
- Ocho soldados de las fuerzas guarda fronteras resultaron muertos en su servicio por disparos de gente que huía, compañeros de tropa u oficiales de policía de Berlín oeste.
- Adicionalmente al menos 251 personas que escapaban hacia el oeste murieron durante o después de pasar uno de los puntos de control de frontera de la RDA
- Un número desconocido de personas murieron a causa de angustia, desesperación y estrés relacionado con la existencia del muro de Berlín.
La historia escrita depende de quien la cuenta, pero los viejos fueron testigos únicos, protagonistas de miles de actos sencillos y heroicos pero siempre trágicos. Oír el relato de esas generaciones pondrá en sus mentes mejor que cualquier libro la justa perspectiva del horror de vivir bajo el socialismo de la República democrática alemana.
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