Ya no quiero vivir en Cuba
«Ya no quiero vivir en Cuba» —leo. No es un Meme, no. Es un grito de desesperación. Sus palabras no dejan lugar a dudas.
No es el país quien ahoga, es la falta de futuro que mantiene atados de pies y manos a los cubanos mientras el gobierno dice «sonrían a la cámara. Lo primero es salvar la revolución. Aunque tú quedes en el camino «.
Nunca me he ocultado para aconsejar la salida de ese infierno. O más bien el escape. Pero aunque no conozco a la persona, su grito me llegó al alma.
«No tengo dinero, ni familia, ni posibilidades de salir de este lugar» —ha dicho otro. Se imagina a sí mismo sentado al sol sobre una piedra náufrago frente al mar, náufrago en una isla lejos de la ruta de posibles barcos de rescate. Hace 20 años yo estaba en tu lugar —le digo— Prepara tu salida como si fueras a irte mañana. Junta madera y haz una fogata, prepara una balsa. Porque los barcos asoman en el horizonte sin previo aviso. Me pasó a mí.
El fantasma de abandonar la isla está en todas partes pero es las redes sociales, el muro de los lamentos de los cubanos, donde la gente vierte su desesperación. Si ese pueblo tuviera la posibilidad de crear una nueva Cuba en medio del mar, o en medio del Sáhara, «Cuba la vieja» quedaría desolada.
Con el paso de los años me he aplatanado a una nueva realidad, han nacido hijos cuyo primer idioma no es el de su abuela materna. Han estado en Cuba, pero Cuba no está en ellos. No los enamora. No creo que regrese a la isla a pesar de que cada día lea, discuta y me encabrone por aquel lugar. No soy el único.
La nacionalidad cubana se diluye. No hay razón para detener el proceso. Aún cuando no lo quisiéramos, el gobierno actual con sus torpes políticas no está por la labor.
El mayor desafío de futuros gobiernos democráticos en Cuba no será reconstruir la economía, ni las instituciones, ni siquiera la campaña de alfabetización en democracia de quienes queden. El mayor desafío es lograr que Cuba sea un destino a tener en cuenta por los cubanos, que vivir en Cuba siendo cubano valga la pena.
