Salario en Cuba: the emigrant song

Salario en Cuba: the emigrant song

Salario en Cuba – Cuba – derechos obreros

¡Pero, gracias a la revolución eres arquitecto! -me dicen y se quedan muy a gusto.

Pudo haber sido peor -pienso- al menos no me soltaron un “Cuba sí , Yanquis no” como otras veces me ha pasado.

He tenido esta discusión tantas veces que si me pagaran por ello, podría financiar mi vida dando charlas. De hecho, siempre pienso que esta vez será la última, pero por alguna extraña razón atraigo a cuanto comemierda izquierdoso anda suelto en la ciudad.

En otras circunstancias habría dado la espalda y me habría ido, pero estoy «preso» en el bus por al menos una hora. Puedo ponerme los audífonos, tirarlos a mierda; pero por una jodida coincidencia el bus se detiene justo delante de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Libre de Berlín (Freie Universität Berlin). Un grupo de jóvenes de todos los colores, algunos de ellos extranjeros, salen de la Universidad y entran bulliciosos al bus.

En mi tiempo yo iba con planos, regla «T» y mil cosas -les digo- Esta nueva hornada de arquitectos hace todo online.

De vuelta a lo nuestro, les miro a los ojos y comienzo:

Como ustedes saben la educación en Alemania es universal, obligatoria y gratis. Esos universitarios pagan un precio simbólico al año, creo que está por sobre los 200 euros. Todos terminarán sin deudas o con una deuda que pagan en un par de años en cómodas cuotas. Un precio infinitamente menor que el que yo pagué por mi educación gratis para estudiar arquitectura en La Habana. Por supuesto que pagamos la universidad en Cuba y la primaria y la consulta médica. Todo se paga.

Me miran ahora con cara incrédula.

Por supuesto, nada es gratis y eso lo saben ustedes. El salario de los médicos y los maestros de algún lado tiene que salir. Los equipos, las aulas, laboratorios, consultas, hospitales hay que construirlos, mantenerlos y abastecerlos. Eso cuesta dinero aquí y allá. Si yo no lo pagué, si usted no lo pagó, alguien lo hizo. Y para eso hay un mecanismo en Alemania y en Cuba: los impuestos.

Aquí en Alemania pagamos ca. del 33% del salario y obtenemos servicios de primerísima calidad. Tanto en medicina como en educación y muchas cosas más. ¿Estamos de acuerdo hasta ahí?

Asienten.

Entonces, no es difícil entender que si mi salario en Cuba bruto eran 2000 USD pagados por la firma española al gobierno de Cuba y mi salario neto eran 20 USD (ver el enlace más arriba), la diferencia son los impuestos que yo he pagado al estado mes tras mes: 1980 USD.

Es decir, alrededor del 98,9% de mi salario se fue en impuestos para financiar la educación y la salud.

Ese es el precio, es matemática de bodega.

Muy mal negocio ¿no? Por ese precio bien podría yo haber pagado la VISA, el pasaje de avión a Alemania, alquilar un piso cómodo digamos que en Zehlendorf o Grünewald (las zonas más caras de la capital alemana), durante los cinco años que dura la carrera, pagar mi universidad, mis libros, mi seguro y me sobraría dinero para irme de vacaciones al menos una vez al año a Australia o la Patagonia. No podrá usted negar que 200 mil euros pagan todo eso y más.

Y ojo con la letra pequeña:

Ese contrato no es discutible, ni expira. En ocho años trabajando en esas condiciones, yo pagué al estado cubano entre 160 y 200 mil USD (vean el enlace más arriba); pero tengo colegas que llevan 35 años con ese salario en Cuba, trabajando en las mismas condiciones.

Pero hay más. No todo es dinero. Podemos hablar de respeto. Por ejemplo, la vida me ha puesto a cargo de la remodelación de un hotel histórico en el centro de Berlín. Me reúno casi a diario con otros profesionales, con los directivos del hotel, incluso con los dueños. Gente con mucho dinero. ¡Y oiga, no vea usted la diferencia del trato que me dan aquí en el capitalismo y esta experiencia que viví en Cuba!

Pero no es porque sea arquitecto, sino porque soy persona. El hotel tiene alfombra roja en la entrada no solo para mi, sino para toda persona que desee visitarlo.

En este punto, mis interlocutores habían llegado a su parada, se despidieron cortésmente sin agregar palabras y bajaron. Los vi alejarse calle abajo hasta que el bus arrancó y yo pude por fin colocarme los audífonos para oír «The inmigrant song»

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