Pijama party

Pijama party

El confinamiento ha cambiado las cosas. Sobre todo para los jóvenes que ven pasar los días sin que esta pesadilla termine. Mi hija y sus amigas por ejemplo, todas quinceañeras, tienen deseos inmensos de bailar, salir y probar el mundo. Están indignadas y yo las entiendo. Solo se tiene 15 años una vez en la vida. Si no lo hacen ahora, no lo harán jamás.

“No puedes salir de casa después de las 10 de la noche, los bares y discotecas están cerrados, las reuniones pueden tener seis asistentes como máximo» dice con voz grave y monótona la televisión. 

  • «Mutti» Merkel, eso es exactamente un «Pijama Party», responden ellas irreverentes. 

Hoy nos ha tocado la sede de la Pijama Party itinerante que se han inventado. Recibimos sólo seis, pero el estruendo es de estadio lleno en la final de la Bundesliga, ocupadas como están con un video tutorial para aprender a hacer twerking según he sabido. Algo nuevo, me dicen.

Recuerdo una discusión en casa, en los años 80, cuando dije a mi padre que la música de Oscar de León era mejor que la cubana. Al parecer no era el único joven ignorante de nuestra herencia musical pues días después, Eduardo Rosillo aireaba en un programa la canción original cubana y la versión del salsero venezolano. Así supe que cuando «yo aún no estaba en los huevos de mi padre» -una de sus frases favoritas- ya mi viejo oía «Los tamalitos de Olga», «El panquelero» o «Siguaraya». 

Volviendo a la actualidad. Siempre me preocupó y hasta sentí lástima de esta generación joven alemana presa en el Hip Hop y nada más. Jóvenes que bailan a kilómetros de distancia unos de otros y pretenden ser «muy malos», tan malos que algunos se expresan como Ali G.

Ante mi una joven influencer americana -afroamericana dice ser- explica en un desabrido tutorial “técnicas” que harían bostezar a una Belly-dancer. Arriba-abajo, abajo-arriba y ya está. Nada de laterales, ni delante, ni atrás. Na’ que ver con las escuelas de Samba. Arriba-abajo, abajo-arriba. Como un ejercicio contra el estreñimiento. 

“Esto da ganas de cagar” -les digo y entonces me desafían, ellas me challenge a mi.

The Pijama Party challenge

Desafían mis muchas horas arrollando en congas de Jesús María, mi sudor en medio de la negramenta de congas santigueras. Cosa esta que ruego no hagan pública, «porque si me ven / bailando como en el manglar / toda mi argumentación de negro fino / se me va a caé«.

Retan al canta’ol de ruedas de casinos en escuela al campo y fiestas callejeras; incitan al desorden al veterano de la conga de la FEU en los ya moribundos carnavales habaneros ochenteros. 

  • Hold my bier! 

Para no hacer el cuento largo:l atrevimiento. Llegaron después La bruja y el Rucucurucu y con yo soy de La Habana, aquello se convirtió en una conferencia magistral de Twerking-3D que haría morir de envidia a más de un «influencer» hasta que, tocando a la puerta de casa, la policía puso punto final a tan sumo despelote.

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