Oráculo

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  • Las cosas están calientes en Cuba— me dice a través de Messenger.
  • Sí, pero han bloqueado Internet y ahora mismo yo no sé ni siquiera de mi familia.
  • Aquello ya es historia.
  • A partir del domingo las cosas nunca serán igual en Cuba, negra. Como tampoco lo fue aquí en Alemania después del 4 de septiembre de 1989 cuando se dio aquella primera protesta pequeñita en Leipzig— le digo

Es un pequeño intercambio a través de Messenger, ella está deprimida. Quería ver a Diaz-Canel huyendo ayer lunes. A más tardar el martes.

Vivo en Alemania y eso tiene una ventaja. A decir verdad vivir en Alemania tiene muchísimas ventajas. Pero me refiero esta vez a esas semejanzas en las historia recientes de este país y de Cuba. Cuando visito un museo — y lo hago muy a menudo —lo hago como quien consulta un oráculo. O para ponerlo en cubano, como quien le pide luz a su padrino de santo.

Fue por los días que se celebraba el cuarenta aniversario de la República Democrática Alemana. La televisión transmitía fiesta, optimismo. Pero hasta las sonrisas de los locutores que daban las noticias eran falsas. Todos lo sabían. Podían visualizar, oculto tras la cámara, al compañero de la Stasi, el encargado de dosificar el terror.

 En aquel tiempo no había internet, pero había servicios religiosos cada lunes. Empezó en una iglesia en Leipzig. Con la participación de un párroco simpatizante de las ideas de cambio. Sus servicios religiosos fueron el lugar ideal para reunir a la gente y dejarles expresar su descontento. Así comenzaron los “Montagsdemonstrationen” (demostraciones de los lunes). Al principio eran qué se yo. ¿Quinientos, mil? Los que cabían en la Nikolaikirche en Leipzig. Allí se abarrotaba la gente. Luego cada semana se fueron sumando más gente a las protestas. Nunca hubo tantos religiosos en este país.

Gritaban «Nosotros somos el pueblo» . Pedían el fin del sistema de partido único, la libertad de viajar y la abolición de la Stasi.

Y a pesar de que también clamaban “no queremos violencia”, hubo violencia y hubo palos y hubo gases. Las cárceles de la Stasi llegaron a estar tan abarrotadas que tomaban prisioneros a la gente solo unas horas y luego los soltaban. Los retenían solo el tiempo suficiente para reanimar la dosis personal de terror.  Pero la gente estaba harta de ver a Honecker hablar de un país que no existía.

Quienes allí estuvieron cuentan que tenían mucho miedo. Por esos días los sucesos de Tiananmen en China estaban frescos, habían ocurrido solo unos meses antes.

Pero la gente aprendió dos cosas fundamentales. El cambio de aquel sistema era un problema de todos y mientras más personas asistieran a las manifestaciones más seguro estaría cada persona de este país sin importar si había o no participado en una manifestación.

Y así el lunes 9 de octubre de 1989, de manera inesperada, el número de participantes pasó de unos cuantos miles a los 130 mil. Los organizadores del movimiento imprimieron un llamamiento a la no violencia en el que responsabilizaba al gobierno (que era el partido en definitiva) de las consecuencias que pudieran traer la violencia. La Stasi estaba preparada para todo, menos para enfrentar una misa de tales dimensiones.

Fueron muchas manifestaciones y muchos palos. No fue fácil, no. Sobre la marcha se sumaron otras ciudades. Dresde y luego Hall y Karl-Marx-Stadt, Magdeburg, Plauen, Arnstadt, Rostock y aquí mismo en Potsdam a las puertas de Berlín.

Cuentan los alemanes que fue una revolución pacífica, quizás porque la sangre no llegó al río a pesar de tanto dolor y odio contenido durante cuarenta años de existencia de la RDA. Pero eso no quita que el dolor mental y a veces físico no los venciera en ocasiones. Sin aquel movimiento que empezó pequeñito en una ciudad lejos de la capital, no habría caído el Muro de Berlín y no habría sido posible la reunificación de Alemania.

Por eso soy optimista con mi amiga en messenger y me atrevo a dar ánimo a cada cubano donde quiera que esté. No desanimemos.

Mirémonos en el espejo de los países socialistas de Europa del este. No somos tan diferentes. En ninguno de estos países el socialismo cayó en un solo domingo. Nos quedan jornadas de dolor, estamos pagando nuestra cuota en muertes; pero estoy seguro que el domingo 11 de julio del 2021 comenzó a erosionar las bases del muro que rodea nuestra isla.

Y ya no hay vuelta atrás


P.D.:

La historia no terminó ahí.

Tras la caída del muro se realizaron una serie de juicios contra los dirigentes del partido, la Stasi y el gobierno de la RDA que duró quince años. Algunos de los antiguos dirigentes fueron “perdonados” por causa de salud, incluido Erik Honecker, pero creo que habría preferido haber recibido una condena, bastante leve en mi opinión, que morir unos meses después a manos del cáncer. Sufrió lo suyo, Karma que le dicen.

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