Esto no es un Job
El jefe llena las copas y brindamos a mi salud. «Feliz cumpleaños» repiten en varios idiomas.
— Si lo desea puede irse a casa hoy más temprano. —me dice.
Son las 16 horas o las cuatro de la tarde como decimos en Cuba. No vale la pena ir hasta las afueras y regresar. He quedado con mis hijos en encontrarnos en un restaurante aquí en el centro a las 7:00 pm. Aunque no creo que lleguen temprano cono es su costumbre, no vale la pena echar dos horas en el camino. Bien podría salir a dar una vuelta, hacer unas fotos o ir a shopiar al «Mall of Berlin». Pero pefiero quedarme trabajando.
— Como usted desee — repite el jefe.
Miro atrás, reviso mis cumpleaños en este país y encuentro de todo. Algunos buenos, la mayoría comiéndome un cable. Hace un año exacto me sorprendió desempleado, pero visité La Sagrada Familia y que sea lo que Dios quiera. Hoy estoy trabajando, he elegido trabajar. No experimenté el mismo entusiasmo en un proyecto desde el Meliá Habana hace ya 30 años. Hoy enfrento el proyecto más complejo de mi vida: un edificio de 35 plantas en Berlín, con un presupuesto obsceno y una estructura muy compleja.
— Hay proyectos que te dejan solo dos opciones: la puerta del cielo o del infierno. — repetía Abel García.
Esto se parece mucho al sueño que traía escondido en la mochila cuando aterricé en Alemania. Cuando hace veintiún años murmuraba: «Dios quiera que se me dé» era a esto a lo que me refería.
—Bueno, felicidades nuevamente, le deseo lo mejor y una buena celebración con sus hijos esta noche. Y que celebremos muchos cumpleaños juntos — dice el jefe desde la puerta y vacía la copa.
«Delo por seguro. Me ha costado dos décadas llegar hasta aquí.» pienso. «Esto no es un job. It is a fucking dream».