Bienestar
La prensa nos bombardea con noticias del fin del mundo. No se ha apagado la primera bombilla en Berlín y quizás nunca se apague, pero el nivel de histeria es notorio en generaciones enteras que han crecido en una burbuja de paz y bienestar.
— ¡La situación está muy mal. Los precios suben, la inflación ha hecho de Alemania un país del tercer mundo.
Sonrío.
— Hagamos una lista de los países de Europa —le digo—. organizados por orden de bienestar, de mayor nivel de vida a menor. Estoy seguro que vas a quedar muy cerca de la cima, detrás de los nórdicos y… Y ya.
Las noticias hablan del ministro de finanzas alemán que la está pasando negras para explicar a otros países de Europa los 200 billones de euros que su gobierno dedicó a ayudas para salvar empresas en este país. Un colchón que hizo que muchas empresas pasaran el COVID como una simple gripe económica. En momentos en que otros países hacían milagros para no implosionar, Alemania usaba su poder económico para dar ventajas sus empresas. Va contra los principios de «solidarité» de la UE.
— Ahora mira en la otra dirección. Mira allá a lo lejos, al final de la cola a Moldavia, Bielorrusia y Albania. Ellos también son europeos. Ve y dile que la estamos pasando muy mal en Berlín. Luego hablamos de donde quedan los países de América Latina, Asia y África en esa cola de bienestar.
La gente piensa como vive, su mundo se reduce a lo conocido. El solo hecho de que se acabe el azúcar en el anaquel del supermercado y tengan que esperar dos días para endulzar su café, es tomada como el fin del mundo.
— Pero, imagina por un momento qué pasaría si de pronto no hay energía! ¿Si todo se apaga?
Y me lo dice a mí, a un cubano. ¿Qué lugar ocupa Cuba en esa lista de Bienestar si ni siquiera es noticia? El noticiero de la noche dedicó menos de veinte segundos al paso del huracán Ian por Cuba antes de pasar a dar el resultado diario de la Bundesliga. Aún cuando bastaba haber presentado esta, la más triste imagen de Cuba.
Una imagen que vale por once millones de palabras