Invisibles

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Hace un par de meses escribí algo sobre la vida de los vietnamitas en Alemania. Hoy leo en el bus una entrevista a una antropologa que ha hecho una investigación a lo que llaman aquí: la inmigración de los invisibles.

Es increíble las cosas a las que aquí la gente dedica tiempo en investigar. Pero gracias a eso se sabe hoy que esa inmigración se ha dividido en tres grupos. El primer grupo, los que en los 70 huían de una muerte segura tras las consecuencias de una guerra cruenta, la segunda ola en los 80 fueron los que vinieron a la RDA y se quedaron cuando cayó el muro y la tercera ola mayormente mujeres que se divorciaban de sus esposos e iban a occidente, entre ellos Alemania, con la esperanza y la paciencia asiática de algún día poder traer al ex esposo. Esta última técnica no es desconocida para los cubanos o cualquiera que sin medios para dejar atrás una vida de miseria se va montado en un yuma. Nada que criticar. Lo hicieron además las alemanas al final de la guerra con los soldados aliados apostados aquí.

En fin, que hoy esa comunidad es mucho más grande de lo que muchos imaginan pues nunca se le prestó mucha atención a aquellos «chinitos» callados, los invisibles. Varias generaciones de hijos de vietnamitas han nacido en Alemania. Son alemanes y son estudiantes con los mejores resultados, entran a las universidades y van creando empresas cada vez más poderosas que los hacen cada vez más visibles.

Alemania es muy celosa con la integración. O te íntegras o te íntegras. Para eso, la ley impone siempre cierto número de alquileres manejados por el estado para darlo a personas necesitadas. Pero todos saben que detrás de eso está la voluntad de impedir la formación de guetos. Sean guetos de ricos o de extranjeros o religiosos.

El barrio de Kreuzberg por ejemplo donde se asentaron durante muchos años los turcos fue visto con ojeriza y la linea de metro que lo atraviesa era llamado despectivamente y en voz baja «el expreso del Oriente». Los turcos han triunfado, no son invisibles, de eso no cabe duda, pero siguen siendo turcos por sus huevos. Cuando se retiran, recogen sus cosas y se regresan a casa. A su casa. No hay conexión. Y el barrio de Kreuzberg sigue siendo alemán. No conozco en Alemania ningún barrio chino. Al menos no lo hay en Berlín.

Por eso me sorprendió conocer el Don Juan (Dohn Xuan) o pequeño Hanoi como se le conoce popularmente. Los invisibles, asiáticamente hablando han creado su guetto en las narices de los alemanes. Claro, un guetto empresarial usando la misma ley y filosofía empresarial de este país, pero guetto al fin. Y quién sabe a donde lleguen, porque según las malas lenguas esto es solo la puntica.

Y ya llegó mi parada.

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