Matar La Habana

Matar La Habana

Siempre me gustó la arquitectura, aunque de eso me di cuenta bastante tarde, cuando ya cursaba el segundo año de la carrera y comenzaba a enfrentar el diseño con otros ojos.

Desde entonces y durante ya más de 30 años, voy fotografiando edificios, plazas y hasta muebles por donde quiera que paso, llegando a tener una colección que hoy rebasa las 300 mil fotografías. En el mundo digital todo es posible.

Hoy tuve que ir al centro de Berlín. No lo hacía desde que comenzó la pandemia. Cámara en mano me acomodé en la planta alta del bus para un viaje de algo más de una hora contemplando una ciudad que, según palabras de sus habitantes, “siempre ha intentado ser y nunca ha sido”. La capital alemana ha tenido que rehacerse más de una vez de sus cenizas. Y no hablo en sentido poético. Sucesivos bombardeos, guerras, ataques, incendios casi lo han logrado. Y ahí está hoy, luciendo sus mejores galas.

Es como si sus habitantes lo supieran, que este lugar en cualquier momento volverá a morir. Y por eso, una de las precauciones que han adoptado es construir, reconstruir, mantener, registrar; convertirla en una inmensa obra documental que asegure a las generaciones futuras contar con un patrimonio construido sin igual. Y en caso de necesidad, volver a poner las cosas en su lugar.

Tras lo dicho, cualquiera podría pensar que soy un amante de esta ciudad, pero no lo soy. Prefiero otras en este mismo país, pero admiro el trabajo y cuidado que los berlineses ponen en esta urbe.

Véase el siguiente ejemplo:

Sigo con la vista las indispensables grúas torres que se alzan intermitentes aquí y allá sobre el horizonte de los barrios por los que paso y pienso que estudiar arquitectura en La Habana podía haber sido una aventura igual de magnífica. Lejos de ello, es una agonía para el ojo entrenado que asiste a una extinción lenta pero continua de la villa de San Cristobal de La Habana.

¿Y La habana?

Hace solo un par de días, por ejemplo, nos sorprendía insólita la noticia de la caída de un elevador del hotel Meliá Habana desde el sexto piso tras la ruptura según dicen, de uno de sus cables. ¿Cómo es posible tal disparate en un edificio relativamente nuevo, con solo 22 años en funcionamiento y bajo administración de una cadena hotelera con suficientes recursos?

Ya dirá alguien que se cayó a causa del bloqueo, por el impedimento de poder comprar piezas de repuesto y por culpa de Trump. Estados Unidos es tan grande que le caben sus faltas y las nuestras. Pero yo, que soy coautor de ese edificio, no trago. Porque la estructura de acero de alta resistencia que soporta precisamente la torre de esos elevadores se encargó a Chicago, allí se fundió a medida, se compró y se trajo a La Habana, a pesar del bloqueo.

La respuesta más acertada sería: se cayó porque es La Habana. Dígase Habana y entiéndase ciudad muy mal amada por sus habitantes. Destrozada lentamente, a veces por descuido, otras por desprecio, la más por ignorancia.

Tampoco vale como defensa el habitual argumento de que, siempre leal a Leal, en La Habana Vieja se ha hecho una obra monumental. Porque La Habana tiene 14 municipios. Habana son también La Lisa, Santo Suárez, Marianao y el Cotorro. Lo es la Calzada de Luyanó y la de Infanta. Y la de Puentes grandes,. Y la de Boyeros Hay también mucha historia en Guanabacoa y Regla y en Centro Habana. En el Cerro hay -o habían- tantas o más reliquias arquitectónicas de valor que en la ciudad de intramuros. Y por supuesto hay mucho de nuestra historia reciente en Plaza de la revolución y Playa. ¡Qué triste que en el centro histórico de Guanabo ya casi no quedan casas de madera!

La lista de desamores es mucho más larga y dolorosa; por eso me he tomado el trabajo de representarlo en el mapa que acompaña esta reflexión. He marcado en rojo el límite de la provincia, en azul el límite urbanizado y con un punto negro he señalado el área donde se circunscriben las edificaciones de La Habana Vieja que han sido remozadas, reconstruidas, devueltas a la vida – claro, que no es toda el área negra la que ha sido revalorizada. El mapa habla solo: los habaneros han salvado de una muerte por colapso entre el 5% y 10% del área construida de la capital.

O dicho en otras palabras: le han bastado solo seis décadas a los habaneros para dejar perder el 90% de un patrimonio de 500 años. Sesenta años sin mantenimiento, sin limpieza de fachadas, sin renovación de sistemas han convertido en ruina una ciudad nueva. Los edificios, como los ascensores, no se caen solos, los derriba el olvido.

La otra Habana

La Habana no fue siempre un monumento a la decadencia. Yo nací en La Habana y recuerdo en mi niñez una ciudad completa, distinta, nueva y limpia; cosmopolita y de buenos modales.
No siempre fue una ciudad sucia, gritona y maloliente. No era en mi infancia una ciudad ausente de cines y teatros. La Habana que yo conocí en los setenta tenía leyes urbanísticas que había que respetar. Y tenía también jardines. Y jardineros que hacían podas periódicas y mesuradas en vez de esperar a tener encima un ciclón para cortar el árbol.

Hoy se cuentan por decenas o centenas los inmuebles que una vez fueron obras de arte de alto valor arquitectónico y hoy se caen a pedazos ante la indiferencia de los habaneros. Puedo poner ejemplos, pero como vista hace fe, pueden ver la serie de tres artículos reproducida por mi colega Universo García. Duele ver lo que ha pasado con el edificio sede del periódico “El País” a la vista de todos. Observen todas las imágenes:

https://www.facebook.com/photo?fbid=1751755768307707&set=pcb.1751755881641029

Y el caso de «El País» no es el único, hay cientos así.

Después de ver las fotos, la pregunta, en mayúsculas es: ¿POR QUÉ?

La Habana no es una obra política ni de políticos, no fue construida a capricho de ningún presidente o partido. Estos, si acaso, impulsaron intervenciones puntuales que se achacaron en época de elecciones; pero casi cada pedazo de esa ciudad fue construido por gente sencilla. Casi toda el área urbanizada que se muestra en el mapa la crearon nuestros antecesores en tiempo récord. Bastó el tiempo entre las dos guerras mundiales del siglo pasado, el sudor y emprendimiento de nuestros antepasados para adicionar un barrio tras otro y dejarnos una ciudad que alguna vez estuvo entre las grandes.

Qué podríamos decir, cómo podríamos justificar ante nuestros mayores el desplome de cada edificio, el por qué del estado calamitoso del Teatro Campoamor, o del Payret y los más de 100 cines y salas teatrales borradas del mapa. Cómo mirarle a la cara cuando pregunten por qué taladramos una obra de arte en la acera de la rampa, o el piso de la sala de los pasos perdidos del Capitolio para parar un cohete ruso en la exposición de los logros de la URSS en los 70 y por qué se pudrió la madera de los techos de media Habana cuando solo bastaba con destupir a tiempo los tragantes.

Habanero, si nuestros abuelos ven en lo que hemos convertido su legado, nos desheredan.

No hay justificación, pero si alguien «ciberclariamente» trata de justificar esta debacle con frases como “no todos lo hacen”, “no hay que generalizar”, es «la manera de ser del cubano» mejor tendrían que explicarle a nuestros abuelos, no a mi; como es que ese fenómeno de destrozos no pasa en Matanzas, Cienfuegos y Camagüey; también ciudades cubanas, también “sufriendo el bloqueo” también llena de cubanos. Ciudades donde la gente no tira los papeles al piso, la basura en medio de la calle o destroza los jardines.

El primer paso para rescatar lo que queda de La Habana, si es que se quiere rescatar; cosa que cada vez pongo más en dudas; es reconocer que la ciudad la hemos deshecho nosotros. Con intención o sin ella. Reconocer que no pueden haber «sábanas blancas colgando de los balcones» cuando el balcón se desploma.


Rescatar lo que queda de La Habana

Casi llegando a mi destino paso por un edificio que muestra fotos de Berlín en la post-guerra. Pueden ver la foto en blanco y negro: los bombardeos rusos no dejaron piedra sobre piedra, borraron hasta las calles. ¡Y pensar que en La Habana nunca ha habido una guerra! Una guerra convencional, quiero decir.

Viendo estas fotos, pienso que La Habana, merece mejores habitantes, o quizás sean los habaneros quienes no merecían una ciudad como La Habana; una ciudad que hoy clama por un bombardeo que ponga fin de una vez y por todas a este largo y cruel desmontaje a la que la estamos sometiendo.



P,D:
I- todos esos edificios han sido reconstruidos; como dije antes, la toma de la ciudad en Mayo de 1945, dejó todos esos edificios, parcial o totalmente destrozados.
II- En La Habana no ha caído una bomba jamás.

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